miércoles, 20 de marzo de 2013

Como ha Cambiao el Cuento

Había una vez una cigarra y una hormiga que se conocieron un verano en un bar. Tras unos días de cañas, aperitivos y cafés, con partida de mus, copa y puro, la hormiga le dijo a la cigarra que se tenia que marchar. Ya no se verían apenas hasta el verano que viene. La cigarra extrañada le dijo: -¿Pero como?, con el tiempo esplendido que hace, lo fresquitos que están los quintos, y lo bien que froto las alas. -La hormiga le contestó que debía guardar sustento en la bonanza veraniega para los cortos y fríos días de invierno. Quizá algún día que otro podrían verse y echar una caña y una partidita de mus.
La cigarra no lo tenía tan claro, pero dejo hacer a su amiguita y ella mientras tanto siguió con su libertina y disoluta vida. Que si vermucito, que si cubalibre fresquito, que si señoritas que fuman.
Hacia un tiempo que los días se tornaban un tanto desapacibles, unas gélidas noches y unos días más cortos en los que la cigarra tardaba bastante en calentar y desentumecer su cuerpo de sangre fría, y por tanto se acumulaban las horas perdidas de fiesta y libertinaje. Además las hojas verdes entre las que se asentaba el bar de su amigo, Paco el gorgojo pelotero, ya no estaban tan frescas como de costumbre. Mostraban un tono amarillento y ya no estaban tan ricas para el aperitivo. Un buen día en el que el frío atenazó más que de costumbre sus antenas hasta el punto de que le costo bastante llegar al bar. Cual no seria su sorpresa al encontrarlo desierto. Ni la choni de su amiga Leovigilda la mosca cojonera, ni su amigo Pancracio el grillo carbonero estaban en el bar. Su amigo Paco el tabernero estaba en un rincón escarbando un hoyo profundo. Le explico a su amiga, la cigarra Chindasvista que había acumulado mucha boñiga por las mañanas cuando ella dormía  la resaca y que pasaría el invierno enterrado entre la mierda hasta el próximo verano, en el que abriría el bar de nuevo. La cigarra escandalizada y sin dar crédito volvió a su hoja malhumorada. Cual sería su sorpresa al descubrir que la hoja que le dio cobijo y sombra todo el verano había caído al suelo, malogrando su refugio. Sin amiguitos, sola, sin tasca donde ahogar sus penas y sin un plan B para el fin de la bonanza, la cigarra lloró amargamente toda la tarde. La noche fue dura y cruel, apenas sobrevivió, el frío casi la congela, Barragán el escuerzo casi se la zampa con su pegajosa lengua y la lluvia de medio día casi la ahoga.  Desesperada corrió a la casa de Anacleta la hormiga proletario-obrera. ¡Ay! Chindasvista, tengo el grano y la paja justa para todo el invierno, no me ha dado tiempo a recoger más. Como donde come uno comen dos, pasa y nos apretaremos el cinturón. Pero la cigarra era tan gorda de tanto pincho de tortilla y ración de calamares con pinta de Birre´s que no pudo entrar al hormiguero. Baldomero, el batracio primo segundo de Barragán, al ver tan generoso trasero no pudo por menos que engullirlo plácidamente, para ir después a enterrarse para todo el invierno. Y así acabó la cigarra Chindasvista, deglutida al comienzo del invierno, por batracio verde, rugoso y oportunista.

Famoso cuento este, como ustedes recordaran de sus días de ruidosos críos, mediante el cual pretendían inculcarnos profesores, padres y allegados el valor de la constancia y el trabajo. Y de como el buen hacer y las buenas obras eran siempre recompensadas. Y bla, bla, bla, bla, bla, bla...
Coincidirán conmigo en que todo esto es una memez. Si he dicho bien, memez.

La gloriosa clase media, antes clase proletaria y obrera y ahora consumista y sumisa, tiene sobre sus hombros la brutal responsabilidad de sustentar un país. No solo tienen que comer ellos y pagar sus vicios, guardando cuando se puede para los crudos inviernos y apechugando consecuencias implacables cuando no se hace. Sino que también tiene que sustentar bien sea a los que no tienen nada por suerte, conveniencia o por desgracia, bien sea a las clases dirigentes que viven básicamente del parasitismo, cuando no decir pillaje.
Efectivamente, al que nada tiene nada se le puede quitar ni exigir. En la edad media lo mismo acababa de leproso, de leña para la pira herética o de cualquier otra forma poco agraciada de degeneración social. A los simpáticos dirigentes, si, a esos que elegimos todos en un alarde de democracia esperando que nos subvencionen y nos resuelvan los problemas que poco o nada nos importan, aunque sea a costa de meter un poco la mano en la la olla y pillar una tajá o dos de más y a los que defendemos en avinagradas discusiones de taberna, porque roban más o menos o de mejor manera uno que otro, tampoco es que se les pueda exigir mucho. Vamos, que haber quien tiene huevos de ponerle el cascabel al gato.

Después de que los que vivíamos "por encima de nuestras posibilidades" (decían y dicen algunos) paguen implacablemente los excesos del verano en un duro y frió invierno, en forma de despidos, desahucios, bajada del poder adquisitivo, perdida de derechos indispensables y consolidados, apatía y miseria generalizada. Ahora vemos, hemos visto, veremos: como se ayuda con nuestro dinero a los simpáticos banqueros, como se les premia con jubilaciones millonarias por su inestimable gestión. Como todos los responsables, ya sean políticos, gestores, supervisores o amiguetes,  se van de rositas con pasta, chófer, despacho, pensión vitalicia o a dos o tres décadas de vida resuelta  y palmaditas en la espalda. Cuando no han metido la mano en el cazo y no han pinchado precisamente una tajada o dos. Más bien diría que se han llevado el cazo, se han cagado dentro y lo han devuelto lleno. De mierda eso si.
La ultima perla que nos llega estos días es el rescate a Chipre. Lo que más me llama la atención es que se premie el esfuerzo, la dedicación y el ahorro de la humillada y vilipendiada clase media robándole parte de su dinero, para pagar con ello la explendida gestión de sus dirigentes. Naturalmente a los de abajo, a los que nada tienen, y o nada producen, nada les van a robar, y a los de arriba como ya hemos visto estos años, tampoco. Pagara como siempre la clase no media, sino sustentadora. Los de arriba podrán seguir tranquilamente roban... perdón, gestionando. Espero que les den una medalla a todos ellos.

Les voy a contar ahora como es el verdadero cuento de la cigarra y la hormiga. Nos lo habían mantenido oculto por razones evidentes, pero ya esta bien que alguien nos lo cuente.

Bien, prosigo. El cuento se desarrolla igual hasta la llegada del invierno:

Un buen día frió y desapacible Chindasvista paso una mala mañana. El bar estaba desierto y todo hacia presagiar que ya se acercaba el invierno. Paco el gorgojo pelotero, previsor el, había cavado una buena cueva, con una subvención que su amiga Chindasvista le había proporcionado, para mantener abierto el bar durante el invierno. Como todas las cigarras estaban caninas de hambre y no tenían donde caerse muertas, se promulgo un decreto por el cual el resto de ahorradores, previsores y trabajadores, tendrían que pagar un diezmo para mantener a las chicharras durante todo el invierno, ya que las fiestas que organizaban y a las que asistían todos los golfos de la sociedad, eran indispensables para mantener el buen tono y la alegría social.
Ya en mitad del invierno Chindasvista conversaba con Paco. Eran tiempos de crisis, todos habían tenido que apretarse el cinturón. El alegre bar, ya no era un reduzco de fresco verdor entre las hojas de una parra, sino una húmeda cueva llena de mierda. Nuestra amiga Chindasvista solo comía semillas secas que le proporcionaban las hormigas y había tenido que cambiar el Chivas 12 por J&B. La hormiga en cambio, pillo una anemia por comer poco y mal, una inundación le jodió el hormiguero, se le pudrieron la mitad de las semillas y le pusieron una multa por no poder suministrar el diezmo impuesto. Al llegar el verano la hormiga, una vez curada de su anemia,  reanudó sus reparaciones, y la búsqueda de sustento para el próximo invierno. La cigarra Chindasvista en cambio ofreció su ayuda a Paco, el gorgojo pelotero, para comenzar a arreglar la terraza de verano. Desde su cómoda silla, tomándose un cubalibre fresquito, comenzó a organizar a Paco, para que el bar estuviese como tiene que ser. Fin del cuento.

!¡Ara vas, y lo tuiteas! 

By Illustrated by Milo Winter (1886-1956) (Project Gutenberg extext 19994) [Public domain], via Wikimedia Commons
By Illustrated by Milo Winter (1886-1956)