domingo, 30 de septiembre de 2012

Un Camión de Sano.

Ya hemos comentado aquí que somos tontos por naturaleza. Es lógico, una raza tan inteligente, bella y todopoderosa como la nuestra no debía estar exenta de algún defectillo como una tontuna patológica. Defectillo necesario no obstante para alcanzar la perfección. Muchas veces una tontá lleva a otra y al final se alcanza una solución razonable.

El caso es que pese a que ya sabemos que cada cual tiene sus tontunas, no deja de sorprenderme como la tontuna, totipotente, aparece como los ojos del Guadiana de la manera más sorpresiva en cualquier circunstancia inimaginable.

Bien es sabido la preocupación de muchas señoras por el tamaño de sus panderos, los cuales opinan que nunca están suficiéntemente pequeños, también algunos señores se preocupan últimamente por el tamaño de sus orondos mondongos. Pero lejos de realizar una plácida meditación de diez minutos para comprender las causas de por qué nuestros mondongos rebosan y cuelgan por la cinturilla del pantalón, nos agarramos a soluciones rápidas y peregrinas con escasos, nulos o catastróficos resultados; para nuestro culo, nuestra salud y por supuesto para nuestros bolsillos.

Ya sé que es muy tentador que comiendo diez kilos de chorizo al día y bebiendo más agua que  las carpas logremos enflaquecer en una semana lo que nos ha costado cinco años acumular en un proceso lento y constante de engullimiento de bazofia combinado con horizontalidad perpetua, más conocida en los ambientes como tumbing tv.

Ya sé que lo de pseudomédico suena casi como médico, aunque le separe una carrera de taitantos años tres o cuatro arriba o abajo (una de las cualidades de las peseudociencias, es el querer equipararse siempre a las ciencias, que por contra tanto denostan). Además en cuanto pisas la consulta de estos pseudomédicos te topas con ¡la bata blanca!. Hay que joderse lo que impone la bata blanca, y los diplomas. Personalmente debo tener en una carpeta suficientes diplomas como para empapelar mi salón a base de cursillos de mierda y eso que no me quiero tirar el pisto. Imaginemos que soy un fanto..., perdón, un pseudomédico, homeópata, naturista y tengo una pared tan blanca como la bata que me he puesto para empapelar de diplomas de la universidad de Arriba Hollywood. Joder, es que de pensarlo ya me impone el lugar y si además hay una camilla y una vitrina con instrumental de mi abuelo que fue practicante en la guerra civil, ya es lo más de lo más de la imponencia.

Allí mi tontuna será explotada hasta los límites de la percepción, perdón eso era de más allá del límite, allí mi tontuna será explotada hasta que mi bolsillo quede como la cueva de Montesinos. Es decir un receptáculo estéril y vacío. Que sabrá el endocrino, ese señor que le dije que comía muy sano, y me respondió que un camión de sano al día engordaba un pelín. Si yo ya voy al gimnasio, señor endocrino, pretendo destruir en dos horas a la semana o tres, la masa magra que me cuesta crear todo el día, señor endocrino, si yo frío, pero con aceite de oliva, tomo pepacola lig y yogur desnatado, como es posible que engullendo solo 1800 kcal esté como una vaca Argentina, magra y lustrosa. Eso de que de las 1800 solo gasto 700 es imposible, con lo que me muevo yo en toda la mañana...

En fin que pa qué vamos a perder el tiempo con endocrinos que nos hacen de sufrir, pudiendo ir a nuestro amigo, el de la bata blanca y la pared empapelá de diplomas, que nos recetara agua purificada, perdón, homeopatía (puta madre, es que la palabra impone más que la pared, es casi tan fea como el tío que la inventó, si no me creen...), nos dará unas pastillas de madera liofilizada y otras yerbas que solo comen las cabras en verano cuando no les queda mas remedio.  Y además nos cobrarán sesenta o noventa euros por el producto milagro. Pero eso sí, la consulta será gratis.

En fin, permítanme que les comente mi dieta, la Dieta Tontuna. Es como la del alemán ese, pero no hay que comprarse libro, ni remolacha en pastillas ni acudir a la consulta, ni necesito demostrarles nada.
Paso uno: coma menos
Paso dos: gaste más.
Paso tres: regla de tres: Lo que no se quema se almacena. Si lleva x años almacenando, necesitará otros x para desalmacenar.
Acelerar el proceso
Paso uno: No coma ya menos, salvo que le gusten las cajas de pino y los cementerios.
Paso dos: Gaste aún más.
Paso tres opcional: Coja el televisor y tírelo, descubrirá un nuevo mundo que ha estado pisoteando y no ha visto durante toda su vida.

Si no se fía de su endocrino ni de mí, hágame a mí y los que le rodean un favor: ¡Cállese! y sus penas se las cuenta al de los diplomas, que para eso le paga una pasta.

Por cierto, como me imagino que ya algún ofendido estará preparando la pira para incinerarme, matizaré lo que he expuesto. Tomarse unas pastillas de yerbas para cagar mejor, no tiene nada de malo, allá cada cual lo que quiera pagar por ellas. Tomar ese baladre que llaman homeopatía, por mucho que lo vendan en la farmacia y algún iluminado lo elevara a ciencia hace unos años y hasta se imparta en alguna universidad, tampoco le va a hacer daño, ya que solo toma agua a precio de Chivas Regal 12 Old Years Scotch Whiski. Tampoco le va a hacer mal visitar a algún entendido en nutrición, aunque no sea endocrino, es probable que le ayude. Pero si cambia a su médico, que aunque tenga empatía cero y sea un melón, es el que sabe, al sentido común y a la razón razonada,  por todo lo anterior, no sólo pone en peligro su bolsillo, que ya jode, sino que pone en peligro su salud y en algunos casos su vida.
Usted elige. Sólo le diré un dicho popular y sabio como colofón: Nadie da duros a cuatro pesetas, lo quiera creer o no. Si lo que busca es un milagro, entonces rece, la autoconvicción además de gratis, es tan fuerte como el efecto placebo, perdón, se me escapa, homeopatía. Y sino, piense, medite, razone o como lo quiera llamar, que para eso tiene cabeza.


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